Sistema Oseo o Sistema Esquelético

sistema oseo o esquelético

¿Qué es el sistema esquelético?

El sistema esquelético humano no es tan sencillo como sugiere la popular canción infantil. El “hueso de la cabeza” (formado en realidad por 22 huesos distintos) no está conectado al “hueso del cuello”, sino a una serie de pequeños huesos que bajan por la espalda. El “hueso del pie” se compone en realidad de varios huesos que están conectados a otro conjunto de huesos que forman la estructura del pie. En total, el esqueleto humano está compuesto por 206 huesos.

Además de todos estos huesos, el sistema óseo humano incluye una red de tendones, ligamentos y cartílagos que conectan los huesos entre sí. El sistema óseo proporciona un soporte estructural al cuerpo humano y protege nuestros órganos. Nuestros huesos también realizan muchas otras funciones vitales, como la producción de células sanguíneas y el almacenamiento y la liberación de grasas y minerales.

Desarrollo y estructura del esqueleto humano

Los bebés nacen con unos 300 huesos distintos, según Nemours, una organización sin ánimo de lucro especializada en salud infantil. A medida que el niño crece, algunos de esos huesos se fusionan hasta que dejan de crecer, normalmente alrededor de los 25 años, dejando el esqueleto con 206 huesos.

Nuestros huesos se dividen en dos categorías según su función y posición: el esqueleto axial y el esqueleto apendicular.

El esqueleto axial contiene 80 huesos, entre ellos el cráneo, la columna vertebral y la caja torácica. Es la estructura central del esqueleto y sirve para proteger el cerebro, la médula espinal, el corazón y los pulmones.

Los 126 huesos restantes constituyen el esqueleto apendicular; incluyen los brazos, las piernas, la cintura escapular y la cintura pélvica. La parte inferior del esqueleto apendicular protege los principales órganos relacionados con la digestión y la reproducción y proporciona estabilidad cuando una persona camina o corre. La parte superior permite una mayor amplitud de movimiento al levantar y transportar objetos.

Los huesos también se clasifican según su forma: largos, cortos, planos, irregulares o sesamoideos, según “Anatomía y Fisiología”.

Los huesos largos se encuentran en los brazos, las piernas, los dedos de las manos y los pies. Estos huesos son más largos que anchos y son cilíndricos. Se mueven cuando los músculos que los rodean se contraen y son las partes más móviles del esqueleto.

Los huesos cortos se encuentran en las muñecas y los tobillos y son aproximadamente iguales en longitud, anchura y grosor.

Los huesos planos forman el cráneo, los omóplatos, el esternón y las costillas. Estos huesos finos y curvados protegen los órganos internos y anclan los músculos.

Los huesos irregulares son los de la médula espinal y la cara que, por su tamaño único, no encajan en ninguna de las otras categorías de forma.

Los huesos sesamoideos se encuentran en las manos, las muñecas, los pies, las orejas y las rodillas. Estos pequeños huesos redondos están incrustados en los tendones y los protegen de las altas presiones y fuerzas a las que están sometidos.

Hay algunas variaciones entre los esqueletos masculino y femenino. Por ejemplo, la pelvis femenina suele ser más ancha, fina y redondeada que la masculina, según “Anatomía y Fisiología”.

¿De que están compuestos los huesos?

los huesos

Según la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Estatal de Arizona, hay tres tipos principales de material que componen todos los huesos del cuerpo: hueso compacto, hueso esponjoso y médula ósea.

Alrededor del 80% de cada hueso está formado por hueso compacto, que es el tipo de hueso más duro y resistente y permite al cuerpo soportar su peso. El hueso compacto constituye las capas externas del hueso y protege las partes internas del mismo, donde tienen lugar muchas funciones vitales, como la producción de médula ósea. El hueso compacto está compuesto principalmente por células llamadas osteocitos. Los pasajes microscópicos entre las células permiten el paso de nervios y vasos sanguíneos.

Alrededor del 20% de cada hueso es esponjoso, que está lleno de grandes agujeros y pasajes. Situado con mayor frecuencia en el extremo de cada hueso, el hueso esponjoso está lleno de médula ósea, nervios y vasos sanguíneos.

Dos tipos de médula ósea llenan los poros del hueso esponjoso. Aproximadamente la mitad es médula roja, que se encuentra sobre todo en los huesos planos como los omóplatos y las costillas. Aquí es donde se producen todos los glóbulos rojos y blancos y las plaquetas (células que ayudan a que el corte deje de sangrar). Todos los huesos de los niños contienen médula roja para producir suficientes células sanguíneas para mantener el ritmo de crecimiento de los jóvenes.

La otra mitad del tuétano es la médula amarilla, que se encuentra en los huesos largos, como los del muslo, y está compuesta principalmente por grasa. Los vasos sanguíneos atraviesan ambos tipos de médula ósea para aportar nutrientes y eliminar los productos de desecho de los huesos.

Hay cuatro tipos principales de células en el hueso: osteoblastos, osteocitos, osteoclastos y células de revestimiento.

Los osteoblastos son células que crean nuevo material óseo o reparan el existente cuando los huesos crecen o se rompen. Las células crean un material flexible llamado osteoide y luego lo fortifican con minerales para endurecerlo y fortalecerlo. Cuando los osteoblastos completan con éxito su trabajo, se retiran para convertirse en osteocitos o células de revestimiento.

Los osteocitos, que se encuentran en el hueso compacto, son responsables del intercambio de minerales y de la comunicación con otras células cercanas. Se forman a partir de osteoblastos viejos que se han quedado atascados en el centro del hueso.

Los osteoclastos descomponen el material óseo existente y lo reabsorben. Estas células suelen trabajar con los osteoblastos para curar y remodelar el hueso después de una fractura (los osteoclastos rompen el callo extra formado por el proceso de curación) para hacer sitio a nuevos vasos sanguíneos y nervios y para que el hueso sea más grueso y fuerte.

Las células de revestimiento son células óseas planas que cubren completamente la superficie exterior del hueso. Su función principal es controlar el movimiento de minerales, células y otros materiales dentro y fuera del hueso.

Enfermedades del sistema óseo

Como cualquier otra parte del cuerpo humano, los huesos del sistema esquelético son susceptibles de sufrir lesiones y enfermedades.

Algunas de las enfermedades más comunes que pueden afectar al sistema óseo son:

osteoporosis

La osteoporosis es una enfermedad del sistema esquelético que hace que los huesos pierdan densidad y fuerza porque la pérdida ósea se produce más rápidamente que el crecimiento del hueso. Puede estar causada por la genética o por hábitos de vida poco saludables (como la falta de calcio o vitamina D, el consumo excesivo de tabaco o alcohol y la práctica de poco ejercicio).

La leucemia es un tipo de cáncer que comienza en la médula ósea y el sistema linfático, según la Clínica Mayo. Los distintos tipos de leucemia afectan a diversas células sanguíneas y a otros sistemas del organismo.

La artrosis es una enfermedad del sistema esquelético que hace que se rompa el cartílago que protege los extremos de los huesos en las articulaciones. Esta falta de cartílago conduce a la fricción hueso-hueso, que puede causar un dolor importante, daños en el hueso y el tejido conectivo, inflamación del tejido circundante y limitación del movimiento, según la Clínica Mayo.